El año era 1999, cuando mi madre y mi padre, impulsados por su amor por la buena comida y su excepcional sazón, decidieron aventurarse en el mundo de las pizzas. Con un sueño en mente y un paladar exigente, abrieron su primera pizzería en el encantador municipio de El Hatillo, en Caracas. Aunque contaban con escasos recursos económicos, su pasión y determinación les llevaron a apostar todo por este nuevo proyecto familiar, poniendo en él todo su esfuerzo y dedicación.

Mi padre asumió la responsabilidad de las compras, asegurándose de que solo los mejores ingredientes llegaran a nuestras manos. Mi madre, por su parte, se encargó de la producción, elaborando salsas caseras y masas auténticas que rápidamente se convirtieron en el sello distintivo de nuestra pizzería. Con cada pizza que salía del horno, se impregnaba el aire con un aroma inconfundible a hogar, amor y tradición.

No pasó mucho tiempo antes de que el éxito de El Pizzaccio nos llevara a expandirnos. Años más tarde, inauguramos nuevas pizzerías en el estado Lara y en San Antonio de los Altos, en los Altos Mirandinos. Cada nueva apertura fue un testimonio de lo que se puede lograr cuando se trabaja con pasión, amor y dedicación. Con el apoyo de mis padres y junto a mis hermanos, nos sumergimos de lleno en este maravilloso mundo, descubriendo a lo largo del camino las maravillas que se pueden crear desde el corazón.

Hoy en día, este proyecto familiar sigue creciendo y prosperando. Contamos con dos pizzerías en Venezuela y hemos cruzado fronteras, abriendo una nueva sucursal en Colmenar Viejo, España. A lo largo de los años, nuestra misión ha permanecido inalterada: ofrecer pizzas que siempre provoquen, elaboradas con recetas auténticas, ingredientes frescos y, sobre todo, con el mismo amor que nos impulsó desde el principio.

Te invitamos a sumergirte en los inigualables sabores de El Pizzaccio y a disfrutar de nuestras recetas tradicionales, preparadas con el cariño y la dedicación que solo los dueños pueden ofrecer. Bienvenido a El Pizzaccio Colmenar Viejo, donde cada bocado es un viaje a la esencia de nuestra historia familiar